Necesitamos conocer cuál es la clave de una
educación moderna o seguiremos defendiendo la educación arcaica, imaginándola
moderna o postmoderna.
Cuando tenemos entre las manos uno de los
tantos teléfonos celulares u observamos maravillados, por ejemplo, en las
delicadísimas y exitosas operaciones quirúrgicas; en los satélites espaciales,
o en las mega—máquinas, con las cuales se puede trasladar en un día una
montaña de un lugar a otro; o bien los satélites y los vuelos espaciales; la
cibernética y la gran variedad de sofisticados objetos como los radares o los aviones
teledirigidos; y, en fin, el perfeccionamiento vertiginoso, incesante, infinito
de los artefactos más vinculados o dependientes de la tecnología digital, nos
preguntamos: ¿Por qué valen lo que cuestan estos objetos cada día más
sofisticados? ¿Por qué tanto cambio? ¿Cuál es el secreto de todo esto? ¿Magia o
milagro?
La respuesta, podría
decirse, que lo que determina su valor es la belleza del objeto, su forma o su
función. Y por supuesto, que esas respuestas son correctas, porque nadie
pagaría lo que paga por un objeto que no le sirviera o que habiendo otros más
bellos, funcionales y baratos, eligiera el menos presentable, caro y
técnicamente el menos acabado. Pero, ¿es eso lo que determina finalmente el
valor de estos objetos? El valor de estos objetos lo determina el trabajo humano, porque son hechos por seres humanos. A estos objetos no lo
produce la naturaleza. Si todos esos maravillosos objetos fueran producidos y
abundantemente por la naturaleza, ¿costarían lo que cuestan? La respuesta,
obviamente es no. Entonces surge otra pregunta: ¿Cualquier persona o grupo de personas puede producir
estos u otros objetos semejantes? Es obvio que no. Las
personas que lo producen son seres con una preparación especializada. Se trata
de seres humanos que representan lo más avanzado del conocimiento, de la
creatividad y del ingenio humano. Y ¿cómo es que estos seres humanos han
llegado a tener esa pericia? ¿Cómo es que llegaron a tener esos conocimientos?
Nacieron sabiendo, ¿o tuvieron que aprender a fabricarlos? Esos conocimientos
se aprenden. Los individuos nacemos con un cerebro potencialmente capaz de
aprender a hacer todo cuando ahora se hace y lo que en el futuro se hará, casi
como si fuese obra de la magia o milagro. El aprendizaje es un proceso y la enseñanza corre a
cargo de la educación.
La naturaleza pone lo que se
ve, lo tangible. La Educación aporta los elementos intangibles. Si vemos un
televisor funcionando, la naturaleza da la materia tangible, aquello que tiene
tamaño, peso, color, olor, aspereza o suavidad, aquello que se puede observar
mediante los sentidos. Por eso cuando alguien rompe uno de estos objetos, suele
justificarse diciendo que ha roto una cosa. Una cosa. Y quien la compra
obviamente está inserto en el mundo de las mercancías y para obtener el dinero
con el que esa cosa compra, tiene que hacerse primero otras cosas, que al
venderlos se recibe el dinero para comprar las cosas que los demás venden. Por
eso, no diremos exactamente que la naturaleza aporta todo lo que podemos ver, porque lo tangible es ya naturaleza
transformada por el hombre. Y si un televisor transmite
imágenes de lo que en este momento sucede en un continente hasta otro
continente, o si existen cámaras que nos permiten ver lo que hace un satélite
espacial a muchos miles o millones de kilómetros de la tierra, esa capacidad lo
da de manera exclusiva el hombre. La naturaleza solamente pone aquello que
sirve de soporte, o envase. Nada más., todas las potencialidades de estos
objetos los ha puesto el hombre con su inteligencia, mediante un largo proceso de
enseñanza—aprendizaje que es la educación.
De este modo, unos trozos de
naturaleza, que por sí mismos solamente cuestan lo que se ha invertido en
extraerlos y transportarlos, se convierten en objetos que parecen ser fruto de
la magia o milagro, la verdadera magia o milagro es la capacidad humana, la mente habilitada
mediante la Educación.
Cuando hablamos de educación,
hay que aclarar que todo el mundo educa; porque no solamente las instituciones
formales educan. Educa también la familia, el grupo de amigos, el vecindario,
la iglesia, el servicio militar. Sin proponernos todos somos educadores.
Pero ¿qué clase de educación
imparte quien no tiene título profesional de educador y, finalmente, ningún
título profesional? Transmite los conocimientos y la cultura de su
colectividad. Vale decir, transmite los hábitos, actitudes, lenguaje articulado
y gestual, mitos, leyendas, conocimientos climatológicos, modos de relacionarse
con las demás personas, con las autoridades. Transmite la cultura popular. Esta cultura popular crea
un ambiente muy especial que sirve como trasfondo, sobre el que se desarrolla
la educación formal. Pero no alcanza para producir objetos tan extraordinarios
como los que hemos señalado.
Cada vez que uno ve en el
mercado un objeto cualquiera hay que recordar que esos objetos pueden venderse y
comprarse porque son útiles. No todos los objetos útiles son iguales entre sí,
por el simple hecho de ser útiles. Sabemos que no es así. Cuando vamos de
compras o simplemente a curiosear, tratamos de informarnos cuáles de ellos son
los mejores. Tenemos siempre la idea de que entre los objetos que cumplen la
misma función unos son mejores que otros. Cuando el dinero no alcanza compramos
alguno de los que no cuestan muy caro y nos quedamos con la angustia de no
haber podido comprar el mejor. Y si compramos el mejor entonces no solamente
sentimos satisfacción, sino que incluso hacemos alguna ostentación ante los que
no tienen dinero como para comprar uno igual. Pero lo que nosotros rara vez nos
ponemos a pensar, de qué manera, los que los producen han podido hacerlo.
Simplemente nos conformamos con pensar o decir que estos maravillosos objetos
lo han hecho las grandes empresas. Al pensar así, curiosamente pasamos por alto
el hecho de que las grandes corporaciones, las grandes industrias están compuestas por seres
humanos, personas de carne y hueso como nosotros. Para
poder hacer esos objetos obviamente tienen un entrenamiento especial. Han sido capacitados
para hacerlos. Han tenido que aprender hasta tener la posibilidad de
producirlos. Ese aprendizaje significa que alguien hizo el papel de profesor
mientras ellos cumplían el rol de alumnos. Entré quienes participan en el
proceso productivo de esos maravillosos objetos intervienen cadenas
generalmente muy largas de personas, algo de lo que nosotros ni siquiera nos
imaginamos. Podemos imaginar muchas manos trabajando. Pero antes que se empleen
las manos están los que ponen la mente, la teoría, el conocimiento. Aunque la
tendencia es a que las manos que hagan los objetos sean las de los robots,
porque el hombre tiende cada vez más a reemplazar el uso de las manos por el
uso de la mente. Esto sucede, por supuesto, ahí donde la educación sirve para
eso, para capacitar la mente no solamente para deletrear algunas palabras o
saber firmar.
Si para producir, la mente
humana ha descubierto las leyes de la Física; también descubrió y hace avanzar
la matemática, así como la química y demás ciencias. Esto sucede en los países
donde la educación está orientada a capacitar a la gente para asimilar
conocimiento y para aplicar esos conocimientos a la economía y también para
producir más conocimientos. ¿Nuestra educación tiene esas características? ¿En qué se parece
nuestra Educación a esa clase de educación? O, ¿En qué se diferencia? ¿Qué
enseñamos los maestros del Perú? ¿Qué clase de preparación nos dieron nuestros
catedráticos en las universidades o nuestros profesores en los institutos? Y
¿en qué nos capacitaron los que dijeron que nos estaban capacitando?
La Educación debe servir para
hacer pensar. Pensar es gimnasia que necesita el cerebro para que no se
atrofie. Porque el cerebro también se atrofia si es que no funciona. La calidad
y cantidad de pensamientos que nos habituamos a tener alcanza un techo. Si
amarramos nuestra mente y no la liberamos no va a crecer, el techo puede ser
muy bajo. Nada existe en la naturaleza por gusto.
Una mala educación nos limita en el ejercicio
físico y sobre todo nos limita en el ejercicio de la mente. Así como hay atletas que superan en salto alto las dos metros
veinte, así también hay científicos que han hecho posible que los hombres
salten hasta las estrellas, mientras en otros contextos se limita a formar a la
gente para que siga trabajando con la hoz y el martillo o con el pico y la
pala, o bien con la chaquitaclla.
La educación es funcional a
cada época histórica. En la antigüedad los nobles se educaban para ser los
mejores guerreros. Algunos como Alejandro Magno, tenía además una visión del
mundo heredado de Aristóteles, su maestro. Si eran débiles y poco visionarios
fácilmente podían perder el reino; en otro momento bastaba ser un buen
artesano. Incluso en pleno siglo XX en el Perú bastaba saber comprar en las
tiendas de los mayoristas algunos objetos, pararse a ofrecerlos al detalle en
las puertas de las grandes tiendas o de los supermercados, pero ahora, desde
que se implementaron los hipermercados, ese conocimiento es inútil, porque los
hipermercados son más competitivos en cuanto a calidad, presentación, precio,
confort, relax y seguridad, mientras que a la informalidad le rodeaba un
ambiente de inseguridad.
La educación debe tomar en
cuenta las tendencias sociales, culturales, económicas, científicas y
tecnológicas de cada momento de la historia. Hay que analizar cómo aparecieron
las herramientas que se utilizan para producir los demás objetos. ¿Los dio la naturaleza?
¿Los hizo el hombre? Si el hombre los hizo, ¿cómo los hizo, de qué manera, que
materiales primas usó y a parte de sus manos qué otros elementos empleó?
¿Bastaba tener conocimientos artesanales para hacerlo? En el Perú, ¿formamos
profesionales para producir teléfonos celulares, automóviles, tractores,
satélites espaciales, computadoras?
Si las instituciones creadas
para formar profesionales no producen esa clase de profesionales, ¿Es nuestra
educación igual, parecida o de la misma calidad que la educación que se imparte
en los países que producen tecnología de punta? ¿Qué tipo de educación se
necesita para producir esos objetos tan complejos; nosotros también producimos
herramientas, es cierto. Producimos picos y palas, por ejemplo. ¿Qué tienen en
común un pico o pala con un tractor? sirven para las labores agrícolas y los
tres han sido producidos por el ser humanos y para eso se ha invertido
conocimiento. Para hacer el pico y la pala el hombre debía tener cuando menos
la cultura del hombre de la Edad de
Hierro. Pero para producir tractores computarizados el
conocimiento tiene que ser cualitativamente superior, muy superior. Sin
educación aunque sea informal, el primer ser humano que descubrió el hierro no
hubiese trasmitido ese conocimiento a las generaciones futuras. Pero para
producir el tractor se necesitan no solamente hornos más complejos, sino el
dominio de la matemática y de la física moderna. Esos conocimientos los da la
Educación formal. Como se advierte claramente, una cosa es educar para producir
picos y palas y otra es hacerlo para producir tractores. Y más diferente es
todavía producir tractores que llevan componentes digitales, vale, decir
elementos electrónicos del tipo de las computadoras. Para decirlo de otro modo,
existe una distancia histórica
muy considerable entre la Edad de Hierro y la Revolución Industrial. Y de ésta
revolución a la revolución digital existe otra etapa histórica. Y ¿estamos pensando en qué estado se encuentra nuestra
educación? ¿Qué clase de conocimientos trasmitimos mediante la educación? ¿Formamos
para ser productores de la Revolución Industrial o de la Edad de Hierro?; si ya
produjésemos de acuerdo a la revolución industrial está claro que nos faltaría
una etapa histórica para ingresar a la revolución digital. ¿Hemos llegado
cuando menos a la revolución industrial que ya tiene más de dos siglos, o nos
hemos quedado en
la Edad de Hierro que tiene miles de años de antigüedad? Consumimos objetos modernos, ¿pero también los producimos?
¿Formamos profesionales para elaborar esos productos modernos? ¿O es que en la
práctica nos hemos quedado casi en la Edad de Hierro? Recordemos que entre
ambas maneras de producir existen miles de años de distancia. Porque suele
existir un grave error, creer que estamos en una Era determinada de la historia
tomando en cuenta lo que consumimos, cuando el verdadero criterio debe partir
de lo que producimos. Mejor dicho con qué clase de conocimientos producimos.
Nuestra educación en qué estado de evolución se encuentra, ¿qué enseñamos a
producir?
Cuando compramos un televisor
¿qué compramos? ¿Compramos plásticos? ¿Compramos piececitas de cobre? ¿Compramos
algunos tornillos de hierro? ¿Qué es lo que compramos realmente? Compramos conocimiento. Mejor dicho las potencias nos venden su educación metida en
sus mercancías. Y el grado de desarrollo de la educación es inversamente
proporcional a la cantidad de naturaleza que se invierte; cuanto más componente mental
encierran los productos, menos materia prima se invierte en ellos. Como bien lo indica la propaganda de una marca de
televisores, los antiguos eran grandes, toscos y muy pesados. Estos televisores
se han ido reduciendo en espesor y peso hasta convertirse en una pantalla
plana. En esa pantalla plana en que se reduce el televisor hay cada vez mucho
menos materia prima, pero más componente mental. La tendencia es a que la materia
prima se reduzca prácticamente a la nada. Y ¿con
qué se reemplaza esa materia prima que se deja de usar para que el televisor
exista? Se lo sustituye con conocimiento, o sea con derivados de
la educación. La tendencia de la industria moderna es a la
sustitución casi total de las materias primas por el conocimiento. Dicho de
otro modo, la naturaleza cede su lugar al conocimiento, a los derivados de la
educación. El ejemplo más extraordinario es la nanotecnología,
esa industria que consiste en producir máquinas microscópicas (como las que se
usan para realizar operaciones quirúrgicas dentro del cuerpo humano, sin
necesidad de abrir heridas). Estas máquinas forman parte de la nanotecnología
y no miden ni siquiera un milímetro, sino millonésimas de milímetro.
Aquí en Perú, nuestro país,
como en Bolivia, exhibimos como mayor orgullo las materias primas que existen
en el suelo o subsuelo de nuestros territorios; mostramos lo que la naturaleza
ha hecho por nosotros, pero ¿tenemos algo maravilloso que hayamos hecho los hombres a favor de
de la naturaleza y de nuestra economías? Para
decirlo de otra manera, mostramos la obra de la naturaleza, riqueza de la que nos
apropiamos por vivir en estos territorios, si la naturaleza no nos hubiese dejado nada o
mucho menos de lo que nos ha legado qué haríamos para vivir? ¿Y qué haremos si
la herencia de la Madre Naturaleza se acaba? ¿Qué harán, por ejemplo, los
países árabes cuando se les acabe el petróleo? ¿Qué hará Venezuela?
Esta mentalidad forma parte
de una cultura que fomenta el inmovilismo, inflama la imaginación, la esperanza
en soluciones milagrosas o mágicas. Y de paso fomenta el ocio, la pobreza y la
pérdida de la autoestima. No se ve la riqueza en las potencialidades del
hombre, sino que se despierta la ambición por los tesoros escondidos que se
expresan en tantos mitos.
Es obvio que con criterio
nacionalista desearíamos que todo fuera diferente, que nuestro Estado fuera
poderoso, que tuviera recursos adecuados como para que pudiese explotar
nuestros recursos naturales, sin necesidad de recurrir a la empresa privada y
menos a las multinacionales; que desapareciera para siempre el pedido de que
inviertan en nuestro país los empresarios extranjeros y que los gobernantes
fuesen de lo más competentes y honrados.
Claro todo eso sería
deseable, pero lo que
nosotros queremos que suceda no existe en la realidad. No podemos confundir deseos con realidades; y si queremos que cambie en el futuro, necesitamos saber
cómo hacerlo, mejor dicho necesitamos de conocimientos que ahora la población
no tiene. Mejor dicho necesitamos de una nueva educación. No solamente
diferente en valores como ahora se insiste sino en ciencia y tecnología; cuando menos necesitamos un pueblo educado de diferente
manera, que sepa actuar con conocimiento. Que sepa usar el corazón, pero
también el cerebr0; países como Corea, o los llamados Tigres Asiáticos, fueron
tan pobres como el nuestro y ahora sus destinos son diferentes. China Popular,
en estos momentos camina a pasos agigantados a convertirse en la primera
potencia no solamente comercial del mundo, sino también industrial. No es
cierto que sus precios son competitivos solamente por la mano de obra barata,
sino que paralelamente inyectan conocimiento de última generación a sus
productos. Su éxito depende del conocimiento y el conocimiento es un derivado
de la educación. Es imprescindible saber cómo actuar. Cómo resolver problemas,
cómo salir de la pobreza, cómo afrontar dificultades. Es imprescindible tener una nueva educación
Las materias primas son eso,
materias primas, o sea naturaleza, cuya verdadera importancia va a depender de
qué hagamos con ellas, en qué productos acabados los transformemos, qué tipo de
conocimiento les inyectemos. ¿Seguimos pensando en la magia de resolver
nuestros problemas económicos inyectándoles cero conocimiento? Con eso
solamente estamos justificando el tipo de educación que tenemos. Aquella que
nos induce a suponer que somos mendigos sentados en un imaginario banco de oro.
Estas preguntas no van contra
algo que es obvio, valorar y cuidar nuestras materias primas. La crítica va
contra esa cultura parasitaria de pretender vivir exclusiva o fundamentalmente
de recursos naturales. El propio término lo dice, son recursos naturales.
El problema está en qué hacer con ellos. ¿Venderlos? Su precio obviamente será el que
corresponde a las materias primas y en todo caso su precio está fijado por las
leyes de la oferta y la demanda.
No hay que perder de vista
que el conocimiento tiende inevitablemente a ocupar el espacio de la materias
primas, de manera que el mismo objeto, pero más perfeccionado requiere de menos
cantidad de materia prima.
La educación crea
conocimiento y éste apuntala el desarrollo de la educación; ambos como aliados
de la economía y la economía tiende a depender de modo creciente del
conocimiento, es la mercancía de moda y lo seguirá siendo, con tendencia
creciente; los países que venden más conocimiento son más ricos y sus pueblos
con mayores niveles
de vida. En el siglo XX se consideraba como el magnate representativo de
la economía norteamericana a Rockefeller, cuya fortuna dependía del petróleo.
Incluso a mediados de los 70 del siglo pasado los magnates más grandes del mundo estaban vinculados a la
propiedad de grandes pozos petroleros. En la actualidad, luego de la invasión
Norteamérica a Irak, el mundo ha tomado conciencia que el petróleo es un
recurso natural que pronto se agotará y en tal circunstancia puede multiplicar
su precio o crecer en mayor medida, mejorando la posición económica de los
empresarios del petróleo; pero esto tocará su fin; la fortuna personal más
grande, correspondiente a los sesenta fue la de Rockefeller, hemos pasado en estos tiempos a
la fortuna mucha mas grande; la de un
empresario norteamericano, joven, cuyo nombre es Bill Gates, vinculado a la
producción de Software, o sea de conocimiento. Para lo cual
utiliza como principal herramienta su cerebro dotado de capacidad creativa.
En Perú la economía está
orientada a la extracción de minerales, a la deforestación de la selva, a la
pesca. En suma, nuestra economía depende de lo que produce la naturaleza, no lo
que crea el hombre. Se trata de una economía parasitaria, al igual que
Venezuela y los países árabes que viven de la extracción y venta de petróleo, o
sea de la explotación de la naturaleza y no de la capacidad creativa de la
gente.
La
solución correcta sería aprovechar racionalmente los recursos naturales, paro
no depender tan extraordinariamente de ellos. Hemos visto ya que al vender un objeto
tan simple aparentemente, como un teléfono celular, el país que lo produce está
vendiendo conocimiento; transforma insignificantes cantidades de materias
primas para construir un objeto que puede costar cientos o miles de dólares.
Depender
de los recursos mineros como sucede históricamente en la República Peruana y en particular la Región Cajamarca, es
consecuencia de una inadecuada educación, de una carencia total de infraestructura productiva y moderna. que
garantice añadir los mayores
valores agregados a nuestros importantes
recursos naturales.
En conclusión, es vital contar con una Visión de futuro, que involucre a todos; porque
todos seremos beneficiados. Se construya lo antes posible una
infraestructura productiva moderna, que, contemos con nuestra
propias empresas, nuestros propios
profesionales y técnicos altamente calificados; entonces, seremos
capaces de producir con nuestras
propias empresas bienes y servicios de
la más alta tecnología.
Mejor dicho, una economía con
un alto Valor Agregado y en consecuencia contaremos con
una industria moderna competitiva, en condiciones de colocar
con ventaja nuestros productos
en el mercado nacional e
internacional y cuyos ingresos compatibles con
los altos niveles de
vida de nuestra población
permitirá entrar en un
circuito virtuoso de desarrollo económico sostenido y
sustentable donde el conocimiento sea el mayor factor de la
producción y por lo tanto los
mayores niveles de ingreso
personal para todos, al que
tenemos derecho por tener
la surte de tener
tan importantes recursos
naturales y un potencial de trabajares que están esperando desde siempre que
sus líderes Regionales, Provinciales,
Distritales , Comunales y Organizaciones Civiles y
Empresariales nos unamos en un esfuerzo por buscar
el bienestar de todos.
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